La etimología original del glotónimo «aimara» se encuentra dentro de lo especulativo, aunque se sabe que proviene de un etnónimo originario de la región del Cusco.
Los documentos tempranos de la colonia no dan nombre propio al idioma, refiriéndose a él los cronistas Cieza de León y Pedro Pizarro como «lengua del Collao» y «lengua de los collas» respectivamente. En 1559, el licenciado Juan Polo de Ondegardo, a la sazón corregidor del Cusco, escribe la relación De los Errores y Supersticiones de los Indios tras haber convocado una junta de «indios viejos que habían quedado» (de la época inca) que le sirvieron de informadores. Por este medio, Ondegardo tuvo conocimiento de un grupo de mitimaes (una etnia desplazada por el estado) que era originario de la región cusqueña y que, en última instancia, había acabado asimilando el habla aimaraica de su nuevo entorno. Tomando la parte por el todo, se empezó a usar el nombre de la etnia trasplantada como nombre de todo el idioma, de manera que en las publicaciones producidas por el III Concilio Limense (1584-85), que incorporan también un extracto de la mencionada obra de Ondegardo, aparece por primera vez la palabra «aymara» explícitamente aplicada a la lengua. El uso predomina y se hace común con el tiempo, de modo que en 1612, la publicación del Vocabvlario de la lengva aymara de Ludovico Bertonio se limita a confirmar en su título un nombre ya establecido.
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